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martes, 4 de diciembre de 2012

La violencia de género es una escandalosa realidad que cada día se extiende más  y afecta a toda la sociedad.  Es la evidencia diaria de nuestras contradicciones y una exigencia inmediata para reflexionar sobre los problemas que están en su origen.
Sus consecuencias son terribles; miles, cientos de miles de mujeres viven atemorizadas ante una continua situación de terror físico y psicológico en sus hogares y entorno más inmediato.
Sorprendentemente, los causantes de este mal, no son hombres extraños a las víctimas.
Son sus propios maridos, novios o parejas quienes maltratan.
Los agresores, en su gran mayoría, no son hombres diferentes, especiales o enfermos. Son hombres comunes, ciudadanos típicos, en muchos casos modélicos, amables, reconocidos y, a menudo, respetuosos y cordiales en su trabajo
Son hombres que basan su seguridad personal en valores que representan el estereotipo tradicional masculino; la imposición a través de la fuerza física, la competencia, la agresividad y un estatus de superioridad y privilegio con respecto a la mujer. Son hombres que no están siendo capaces de reconvertirse hacia un tipo de relaciones igualitarias, basadas en el respeto mutuo.
Los agresores, no son mayoría, ni mucho menos. Pero... ¿y el resto? ¿Dónde estamos y qué hacemos el resto de los hombres?

4 comentarios:

  1. Lo triste es que ya nos hemos acostumbrado a oir cada día en los informativos algún caso de violencia de género y lo vemos como normal.

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  2. Me parece indignante de que las autoridades no hagan nada al respecto, hasta que no se produce una muerte por violencia de género.

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    1. La firma de este anónimo es de Rocío Cornejo García.

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  3. Me parece injusto como se maltratan a las personas sin que nadie al respecto haga nada.
    Ni tan si quiera a las personas que lo sufren y estan en su entorno.

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